En los años treinta, Emilio Pettoruti imaginó un museo que viaje de plaza en plaza en un camión, el “Vagón de Arte”, “una suerte de museo total sobre ruedas proyectado por mí, servido por un solo empleado” (1968: 227). El camión viajaría desplegando un gran dispositivo móvil para exhibir toda clase de arte en pueblos y ciudades de la provincia de Buenos Aires, en él iría personal especializado que además brindaría material educativo e información a lxs visitantes, a modo de anticipo a la llegada de las Escuelas de Artes Aplicadas al interior de la provincia. Poco de este proyecto se concretó en aquel momento, pero sentó en la ciudad de La Plata un antecedente de la imaginación aplicada a un museo. En esa misma ciudad, Edgardo Antonio Vigo creó su Museo de la Xilografía, otro museo móvil que circulaba en escuelas, clubes de barrio y universidades exponiendo su colección, conformada a partir de donaciones e intercambios entre artistas, e impartiendo clases y charlas sobre la disciplina. En 1972, en Chile, Salvador Allende apoyó la creación de un museo del pueblo y para el pueblo, el Museo de la Solidaridad, pensado originalmente por Mario Pedrosa, José Balmes y Miguel Rojas Mix como un abrazo político de la comunidad del arte internacional al pueblo de Chile y al gobierno socialista. A lo largo de la historia, algunos museos se han imaginado a sí mismos desde sus propias coyunturas y sus propios deseos, desafiando cánones y definiciones foráneas o anticuadas, para poder responder a sus contextos de origen y a las necesidades de sus comunidades. Algunos museos osaron pensarse como verdaderas plataformas para fabular otras realidades posibles. A la luz de este alborotado grupo de instituciones, en 2010 nació el Nuevo Museo Energía de Arte Contemporáneo, más conocido como La Ene: el primer museo de arte contemporáneo de la ciudad de Buenos Aires. Un pequeño reducto para la fantasía museológica.
En Revista de Estudios Curatoriales, UNTREF, n11, primavera 2020, Buenos Aires.