Desde el siglo XVI en adelante, Occidente ha construido una manera de hablar de la naturaleza que la presenta como independiente del observador. Desde la era del colonialismo y el coleccionismo, la voz del descriptor se ha separado de los fenómenos descritos, ya sean “otrxs” humanxs o no humanxs. Éste fue el origen de la ciencia experimental moderna: un programa para purificar los discursos de la naturaleza y la sociedad, eliminando de cada uno las huellas del otrx. Sin embargo, en el apogeo de la Ilustración del siglo XIX, la geología y la lingüística (piedras y palabras) estaban entrelazadas no sólo por la noción fundamental del uniformismo (la idea de que la formación de la corteza terrestre tuvo lugar a través de innumerables pequeños cambios que ocurrieron a lo largo de vastos períodos, y que las lenguas del pasado no son de naturaleza diferente a las del presente), pero ambas consolidaciones como ciencias modernas estuvieron, al mismo tiempo, también arraigadas en los aspectos más profundos y oscuros de nuestras historias coloniales.
En en THIS TOO, IS A MAP: An Anthology, Rachael Rakes con Sofía Dourron (Eds.), Seúl, Seoul Museum of Art, Seoul Mediacity Biennale, 2023.