Durante siglos los eclipses fueron acontecimientos aparentemente inexplicables y temibles, batallas espirituales entre el sol y las fuerzas malignas u otros espíritus de la oscuridad, señal de la presencia de jaguares, perros y otras bestias celestes que devoran a la luna y al sol y que deben ser derrotados por diosxs y humanxs a la vez. Sin embargo, desde el año 150 a.C., cuando Hiparco logró calcular que la distancia entre la Tierra y la Luna era treinta veces el diámetro terrestre usando solamente sus observaciones de eclipses lunares totales, los tránsitos de la Luna y el Sol, y particularmente sus alineamientos, también comenzaron a producir un sinfín de conocimientos y experiencias heterogéneos pero coexistentes, tanto científicos como esotéricos, populares y estéticos. Desde entonces, estos fenómenos astronómicos iluminan el cielo alrededor de la Luna y el Sol permitiendo observar nuevos cuerpos celestes y hacer mediciones astronómicas y geográficas, además de predicciones climáticas, a la vez que, leídos desde otro conjunto de saberes, representan períodos significativos de cambio y transformación, presagios de fortuna y tragedia por igual.
A partir de imágenes que entrelazan estos eventos astronómicos y sus manifestaciones ópticas con la percepción de las formas y el color, Guido Yannitto construye un espacio propio para la exploración pictórica. Allí, las trayectorias de la luna, los eclipses, la transformación de los materiales y las diferentes nociones de tiempo que estos objetos traen aparejadas, se concretan en un conjunto de obras que producen un acercamiento intuitivo entre diversos fenómenos cósmicos, sus contrapartes telúricas y algunas ideas expandidas sobre la pintura. En Eclipse, un textil de 12 metros de largo enrollado en un gran carrete de madera quemada, originalmente utilizado para trasladar y almacenar cables de alta tensión, Guido despliega la potencia de la luz roja, naranja y amarilla. Como en un eclipse lunar total, cuando la Luna se sitúa dentro de la umbra—la parte más oscura de la sombra de la Tierra—y la luz atraviesa la atmósfera produciendo un fenómeno óptico que nosotrxs vemos desde la Tierra como una Luna roja y sanguínea, el color desborda los límites de la percepción. Y la materia, el tejido, con su temporalidad laboriosa y adherida a los ritmos circadianos, fluye de forma continua alrededor de la singularidad densa y terrenal de la madera quemada, recordándonos que existen también unos tiempos profundos más-que-humanos cuya energía milenaria dicta los ritmos del planeta y nuestros propios devenires.
De estos procesos que investigan las posibilidades materiales como imagen para las nociones de transformación y sus tiempos, surge una nueva serie de trabajos inspirada en los tapetes de aserrín mexicanos usados en las procesiones dedicadas a lxs santxs patronxs y a lxs muertxs. Estas obras condensan una intersección formal entre la experimentación técnica, las creencias espirituales, las artes populares y las ciencias de la Tierra. La mutación de la madera en aserrín en práctica religioso-ornamental revuelve la historia colonial de esta tradición y la entrelaza con una reinvención formal de los ciclos de la luna—un tiempo humanamente inabarcable—postulando unas conexiones blandas y hasta caprichosas entre pasado, presente y futuro. Con estas obras, Guido recupera ciertos fenómenos científicos y culturales como nudos posibles para la conexión entre arte, ciencia y espiritualidad, nudos disueltos por la modernidad occidental, pero potenciales herramientas para una re-imaginación estética del presente.