1. Cuentos de hadas
Princesas durmientes y príncipes-sapos, patitos parlanchines y chanchitos constructores, gatos extravagantes, niñxs extraviados en el bosque, brujas vengativas y hadas bondadosas. Estos y otros seres más que humanos son lxs protagonistas de las historias que suelen contarnos nuestrxs guardianxs antes de dormir cuando somos niñxs. Estos personajes, que habitan mundos de fantasía y encarnan los símbolos y arquetipos que le dan forman al inconsciente colectivo, encuentran fácilmente, a través de los cuentos, la forma de infiltrarse en nuestras jóvenes subjetividades y moldear así su desarrollo. Colmados de magia y moralejas, los cuentos de hadas nos ofrecen un número acotado de caminos posibles de acuerdo al personaje que nos haya sido asignado al nacer, señalando los peligros y bondades de una serie de escenarios imaginarios en los cuales debemos escoger indefectiblemente entre el bien y el mal, entre seguir el camino o apartarnos de él. Sin embargo, estas historias no siempre tuvieron como audiencia predilecta a lxs niñxs. Parte mundo fantástico, parte reinos de terror, son relatos que nacieron del folclore oral. Transmitidos de generación en generación poniendo en palabras las experiencias colectivas de pueblos milenarios, tomaron la forma de cuentos escritos para ser leídos en las cortes y salones europeos recién en el siglo xvii. Bajo el embrujo de la vorágine iluminista, fueron compilados por escritores y escritoras como Charles Perrault, Madame d’Aulnoy, Henriette-July de Castelnau y Jeanne-Marie Leprince de Beaumont, cuyas versiones tempranas y estilizadas del costumbrismo europeo daban cuenta del espíritu enciclopédico, clasificador y colonizador de la época, pero no ahorraban detalles escabrosos ni morbosos a un público adulto, privilegiado y ocioso.
En Fantástico Interior, La Casa Encendida, Madrid, diciembre 2022.