Está ese fin del mundo alimentado por las teorías no future del capitalismo extractivo contemporáneo, la especulación apocalíptico-financiera y los agentes del colapso que ante la crisis climática y social, las guerras físicas y culturales y las economías neocoloniales que estrujan y desplazan cuerpos humanxs y no humanxs, nos sugieren que agonicemos en la parálisis de un presentimos eterno. Ese fin del mundo que a fuerza de pensamiento moderno-occidental empuja a multitudes a replegarse sobre sí mismas, refugiándose en el universo del sujeto autodeterminado e individualista que se afirma a sí mismo contra cualquier voluntad social que represente una diferencia, allí donde la agencia sólo es posible gracias a la separación del individuo respecto de sus entornos naturales y/o construidos.
Pero, en un futuro incierto y sin datar, existe también un fin del mundo otro, un paisajetodavía en llamas donde la vida, a pesar de todo, continúa. Ahí se encuentra Ferales, un territorio construido de yuxtaposiciones fantásticas entre el pasado y el presente, lo cercano y lo lejano, lo grande y lo pequeño, el peligro y la distopía, que emerge del potencial de aquello que subsiste/resiste: una planta, una babosa, una semilla, una topadora. De estos encuentros materiales brotan nuevos cuerpos y una poética de transición para un mundo azotado por el clima, una especie de umbral fugitivo donde confluyen catástrofe y libertad para avivar la imaginación ecológica y política.
Sumergida en esta ficción climática, Trinidad explora los mundos ecológicos que emergen cuando entidades no humanas se enmarañan con proyectos de infraestructura humana, cuando el sujeto occidental-kantiano — medida de todas las cosas — deviene sujetx multirelacional y acoplado que desdibuja las diferencias entre el adentro y afuera, haciendo de ellas una interacción porosa y babeante donde los organismos se reproducen de manera constitutiva. Sus escenas de cópula, muerte y maternidad más-que-humana insinúan un recurso para la esperanza enraizada en una posible evolución (o discernimiento) humanx, hacia un cuerpo y unas subjetividades posthumanas.
Ferales engendra así unas vidas desenfrenadas, que en su multiplicidad y monstruosidad no pueden ser fácilmente reducidas, divididas o conquistadas. En ese territorio cenagoso de reproducción se dibuja finalmente la figura de una agencia posthumana (o la más humana de todas) que emerge del cultivo de formas vitales de reconocimiento y respuesta a los urgentes desafíos del presente. Una agencia que desborda la realización de algún yo esencialista, para dar lugar a unas subjetividades tentaculares y permeables y a unos devenir metamórficos.